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Conocida como la ‘muerte silenciosa’, el micetoma es una enfermedad que afecta a muchas personas en África.
Khadija Ahmad cultivaba cebollas en Darfur cuando pisó una espina que atravesó su sandalia. No le prestó atención hasta que su pie se hinchó y aparecieron fístulas. Había contraído el micetoma.
En Sudán la enfermedad es apodada la “muerte silenciosa”. No porque esta enfermedad incurable devoradora de carne sea muy mortal (5% de los casos), sino porque destruye la vida y el cuerpo de las personas infectadas, que sufren amputaciones y malformaciones. Este es el calvario vivido por esta mujer pobre de 45 años.
“Al comienzo no sufría. Había solo una protuberancia. Pensamos que pasaría, pero el mal empeoró”, cuenta en una reciente visita al centro de investigación del micetoma en Jartum, donde sus hijos nunca pudieron llevarla, pues estaban forzados a trabajar en el campo.
“Esperé nueve años antes de venir. Cuando llegué, ya era muy tarde. Tuvieron que amputar”, agrega, sujetando la prótesis rudimentaria mientras el médico examina su pierna izquierda amputada y luego le receta los medicamentos que tomará de por vida.
“Vive muy lejos, cerca de El Fasher”, capital de Darfur del Norte, a mil kilómetros al oeste de la capital sudanesa.
El micetoma es provocado ya sea por una bacteria o por un hongo, luego de herirse con una espina en la mayoría de los casos, y destruye de manera insidiosa la piel, los huesos y los músculos.
Es una de las enfermedades tropicales desatendidas (MTN), según las clasificaciones de la Organización Mundial de la Salud. Estos males proliferan entre el calor y la humedad de los climas tropicales.
“Terribles cicatrices”
“Esta enfermedad avanza traicioneramente y puede tomar años (…) y aparece en cualquier parte del cuerpo”, explica el profesor Ahmed Hassan Fahal, fundador y director del centro de investigación MRC que funciona en parte con donaciones.
“Deja terribles cicatrices, provocando deformaciones e invalidez. Se puede decir que 60% de las personas afectadas (…) tienen miembros deformados”, señala.
“No pueden caminar normalmente. Ven afectada su vida social, algunas no pueden trabajar y son una carga para las familias”, agregó.
Desde su creación en 1991, el centro ha tratado gratuitamente a 9.000 pacientes provenientes de todo el país. Al 20% se les amputa un miembro, una pierna o una mano. Pero los enfermos son mucho más numerosos.
Las víctimas del micetoma, que no es contagioso “son los más pobres de los pobres, que viven en pueblos alejados y sin recursos. Se puede decir que los que llegan aquí son, pese a su desgracia, quienes tienen más suerte”, subraya Fahal.
La enfermedad afecta especialmente a los jóvenes, principalmente obreros agrícolas o pastores, que suelen caminar descalzos. (iM-rrc)