Consensos legislativos, motivaciones de género y electoral.
Dos fueron las reformas que se declararon constitucionales por parte de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, votadas por consenso entre las distintas fuerzas políticas, donde se respetaron los tiempos y los procesos legislativos; seguro nadie impugnará y por tanto no podrán ser declaradas inconstitucionales.
Una fue la llamada Ley 3 de 3, que refiere a que todos aquellos que cometan violencia en sus hogares, agresiones sexuales o sean deudores de pensión alimentaria, no podrán acceder a puestos de elección popular ni desempeñar algún cargo o comisión en el servicio público.
Sin duda esta es una de las mejores leyes que se hayan aprobado durante el presente sexenio, es el resultado de una larga y difícil lucha del género femenino que siempre ha sido víctima de abusos, humillaciones y menosprecio en la función pública.
Es una ley que genera confianza entre los mexicanos para que personas sin escrúpulos, irresponsables e incluso agresivas, no puedan representar a la sociedad ni estar al frente de funciones claves de representación pública o de tareas y proyectos en los gobiernos.
Más claras no podrían ser las palabras de la Senadora Kenia López Rabadán, basta ya de que un acosador quiera ser embajador, que un violador quiera ser Gobernador o que quieran seguir abusando del poder detrás de la embestidura que les da un cargo de representación social.
La otra ley, fue la que abrirá las puertas del poder y la representación de la juventud en cargos de elección popular y de altas funciones gubernamentales, que parece tener más fines electoreros que de reforma política.
Partiendo del supuesto que para ocupar un cargo de tal importancia, es necesario acreditar amplios conocimientos sobre legislación y administración pública, creo que difícilmente pueden adquirirse a tan temprana edad, aunque esto claro, no implica que los jóvenes no deban participar más activamente en los temas de política nacional.
Pienso que los partidos políticos, ante su desacreditación, mala imagen y pérdida de representatividad social, han volteado a ver a los jóvenes, más como un apetitoso mercado electoral que como un nicho de gran sabiduría e inclusión en la toma de decisiones.
La juventud representa el 30% de la lista nominal nacional y siempre han tenido una baja participación electoral. Sin embargo, podríamos confiar en que con esta oportunidad, los jóvenes decidan prepararse e involucrarse más en política para desempeñar un papel inédito y pulcro, que los diferencie del ridículo y descaro que han cometido muchos que hasta hoy, se han jactado de ser dignos representantes del pueblo, cuando sólo han servido a sus intereses como simples marionetas del poder y de la corrupción.
En fin, sean bienvenidos los consensos