Una selección con pasión pero sin ambición y aspiración.
Se acabó la contienda mundialista para los mexicanos. La participación de la selección mexicana fue un desastre; algo que no se veía desde hace más de 40 años; un dato que muchos no conocíamos y menos las nuevas generaciones.
Otra vez ilusionados y esperanzados en que nuestro equipo pudiera dar la sorpresa aunque dependiéramos de otro resultado alterno. Nos encanta jugar a la suerte y no a lo seguro. Una pasión que nos ciega y nos vuelve irracionales.
Los resultados del trabajo que venía dando el equipo junto con su directiva antecedieron su derrota; No es una cuestión de antipatriotismo o malinchismo; es un tema de consecuencias por malas decisiones y vicios.
A pesar de todo, el tercer partido nos mostró que esos muchachos traían algo por dentro que los motivó a luchar con fuerza y garra para estar a un gol de meterse a los octavos de final.
¿Pero, por qué esperar hasta el final, cuando ya teníamos pocas posibilidades? ¿Por qué no pelear desde el inicio?
Los deportistas mexicanos han dado muestras a nivel mundial de sus triunfos que nos llenan de gloria y nos hacen sentir orgullosos de pertenecer a nuestra patria, pero casi siempre es de manera individual y no en conjunto. Parece que la envidia, el egoísmo y la pedantería nos impiden trabajar en equipo.
Los mexicanos sólo nos organizamos y mostramos solidaridad cuando ya estamos en desgracia: terremotos, inundaciones, derrotas y tragedias nos conmueven para reaccionar tardíamente. Dejamos todo para el final sin planear a futuro. Disfrutamos el hoy, qué importa el mañana.
La frase de “jugaron como nunca y perdieron como siempre”, lejos de causarnos gracia, debería servirnos para reflexionar y buscar corregir nuestros errores. Los jóvenes demostraron al final su ambición y aspiración por ganar, pero ya era tarde.
Más allá del negocio que es el futbol, Inculcarles a nuestros jóvenes que tener ambición y aspiraciones es un error, es condenarlos por siempre a la derrota.
La suma de sus ambiciones y aspiraciones deberían convertirse en el motor del trabajo en equipo; sólo así algún día, podremos jugar mejor.