El efecto Bukele.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se ha convertido en todo un fenómeno político a nivel internacional y un ejemplo a seguir en Latinoamérica, por lo menos en lo que respecta a su política de mano dura para detener la violencia en su país. Se ha ganado la confianza de su pueblo con índices de aprobación por arriba de hasta el 85%.
Bukele está demostrando que con voluntad política y disposición a romper la mezcla de intereses entre grupos políticos de poder y la delincuencia organizada, los países Latinoamericanos sí pueden cambiar su rumbo.
Estas acciones duras pero efectivas de su gobierno, podrían convertirse en una corriente a imitar en países con problemas similares como el nuestro.
El efecto Bukele ya alcanzó a Guatemala, el precandidato Roberto Arzú, a quien por cierto el grupo en el poder no lo quiere dejar participar, está proponiendo una política parecida a la del presidente de el Salvador en materia de seguridad y combate a la corrupción.
En el 202, nosotros tendremos otra vez la oportunidad de elegir a un nuevo mandatario en medio de índices de inseguridad y violencia nunca antes vistos.
Un ciudadano empresario llamado Gustavo de Hoyos, ha levantado la mano para decir “ya nos toca”; está hablando de políticas duras para combatir la inseguridad con penas más severas, como la pena de muerte, la cadena perpetua y la extradición inmediata para criminales.
Hoy por hoy, la inseguridad es el principal problema y demanda de los mexicanos, habrá que ver quién de todos los aspirantes tendrá el temple suficiente para comprometerse con el electorado que les garantice resolver la desbordante inseguridad, oferta que podría convertirse en algo que marque la diferencia.
Es indignante que a diario sigan desapareciendo y matando a mujeres, hombres, jóvenes, niñas, niños y hasta migrantes; los mexicanos queremos trabajar en paz y transitar con seguridad. Por eso nuestro próximo presidente, si y sólo sí, tiene que parar esta desgracia como Bukele lo está haciendo en El Salvador.