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Todos sentimos ansiedad en algún momento de la vida. Los problemas familiares, las dificultades económicas y las situaciones nuevas generan habitualmente lo que la Real Academia Española define como un “estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo”. Se trata, en palabras de Joan Seguí, psiquiatra responsable de la Unidad de Ansiedad de ITA Urgell, de “un síntoma que puede experimentar cualquier persona y que hay que diferenciar de la ansiedad como enfermedad”.
Para combatir esa ansiedad adaptativa, la psicóloga Montse Pascual, de la Unidad de Ansiedad de Clínica Mi Tres Torres, propone las siguientes pautas de estilo de vida:
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Ejercicios de relajación (respiraciones, yoga…) y mindfulness, que “va muy bien para la ansiedad”.
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Practicar ejercicio físico regular, que es un “ansiolítico natural”.
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Cuidar la alimentación.
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Dormir bien.
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Saber poner límites, lo que se traduce, entre otras cosas, en “no excederse en el terreno laboral y no llevarse trabajo a casa”.
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Saber pedir ayuda, ya que “tendemos a cargarnos con demasiadas tareas”..
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Aprender a identificar los pensamientos negativos y cuestionarlos.
Cuándo acudir a un profesional
Los expertos recalcan la importancia de distinguir la ansiedad como síntoma del trastorno, que según explica Seguí es “una patología diferencial, más estructurada y con unos criterios diagnósticos claros”. Los trastornos de ansiedad “afectan al 15-20% de la población en algún momento de la vida” y suele tratarse en atención primaria, derivándose los casos más graves a unidades de psiquiatría.
La ansiedad normal o fisiológica se diferencia de la patológica en los siguientes aspectos:
Ansiedad fisiológica
Es un mecanismo de defensa frente a amenazas de la vida diaria, es una reacción a una circunstancia ambiental, tiene una función adaptativa, mejora el rendimiento, es más leve, tiene un menor componente somático y no genera demanda de atención psiquiátrica.
Ansiedad patológica
Puede bloquear una respuesta adecuada a la vida diaria, es desproporcionada a la circunstancia que la ha desencadenado, tiene una función desadaptativa, empeora el rendimiento, es más grave, tiene un mayor componente somático y genera demanda de atención psiquiátrica.
La ansiedad puede manifestarse en forma de ataques de pánico. Las crisis se presentan súbitamente con taquicardia, sudoración, dificultad para respirar, dolor de cabeza, mareo… “La persona que las sufre se siente como si se fuera a morir y acude al hospital”, señala Pascual. Esa angustia puede surgir de forma aislada o asociada a una situación. En este segundo caso se debe a una fobia, que puede ser a los espacios cerrados o abiertos, a los aviones, a los perros, a las agujas…
Estas crisis son mucho más frecuentes en las mujeres y “tienen una base hereditaria bastante importante”, precisa Seguí. “El perfil más habitual es el de una mujer joven, entre 20 y 30 años de edad”. Es una enfermedad que interfiere de forma muy significativa en el día a día de quienes la padecen. “El 70% de los pacientes, conocedores del riesgo de experimentar crisis, pueden tender a evitar situaciones como coger el coche o el metro”, relata el psiquiatra. “En los casos más graves hay pacientes que no pueden salir solos de casa”.
Además, es una patología con una alta tendencia a la cronicidad y a las recurrencias, por lo que requiere terapia psicológica y farmacológica. “En muchos casos se requiere tratamiento en unidades específicas, pero hay muy pocas”, advierte Seguí, quien también lamenta que mucha gente piense “que son patologías banales, cuando no lo son”.
La administración de fármacos específicos y la terapia psicológica cognitivo-conductual permiten tratar con éxito buena parte de los casos, siempre y cuando se actúe a tiempo. Además, hay que tener en cuenta que en muchos casos se asocian a otros trastornos, como la depresión, el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), el abuso de alcohol…
Trastorno de ansiedad generalizada
Otra entidad distinta es la ansiedad generalizada, que no siempre se desarrolla cuando la ansiedad debida a un proceso adaptativo se alarga. “También existe una predisposición asociada a una personalidad preocupada”, describe Seguí. El psiquiatra ha bautizado este tipo de ansiedad como la hipertensión psicológica, ya que afecta a “personas aceleradas, inquietas, con constantes palpitaciones…”.
En estos casos no se producen crisis de angustia. Los afectados pueden sufrir “ataques de ansiedad de tanto en tanto”, pero que se manifiestan de una forma menos dramática. Estos pacientes también se benefician claramente del tratamiento farmacológico y psicológico. (iM-rrc)