Encuestas, de estudios de observación democrática a propaganda política.
Los primeros estudios sobre encuestas en México nacieron entre los años 40´s y 50´s. Pero las primeras mediciones electorales comenzaron hacerse hasta 1988, en el marco de la contienda entre Cuauhtémoc Cárdenas y Carlos Salinas de Gortari. Al principio fueron las instituciones educativas como la UNAM, el Colegio de México y la Universidad Autónoma del Estado de México quienes tuvieron a su cargo dichos estudios, pero con el paso del tiempo y al ser utilizadas por los partidos políticos como parte de sus herramientas y estrategias electorales, surgieron empresas que se especializaron en estos trabajos como Gallub, Covarrubias, Consulta Mitofski, Buendía y Laredo, Parametría, ARCOP y Demoscopía entre las principales, las cuales descubrieron que medir a posibles candidatos era un verdadero negocio.
De 1994 al 2000, la industria demoscópica se consolidó, tuvo una gran demanda pero también comenzó a ser cuestionada sobre la falta de veracidad y calidad de algunos de sus estudios, ya que se les empezó a considerar como parte del “sistema oficial”; Así, las encuestas de opinión comenzaron a ser utilizadas como mecanismos para la inducción del voto a partir de intentar mostrar a los electores que el candidato de x partido llevaba la delantera en las preferencias electorales y que por ende tenía mayores posibilidades de triunfo.
Hoy por hoy, muchas encuestadoras han venido perdiendo credibilidad; porque más que generar certeza sobre sus resultados, sólo abonan a confundir al electorado con la manipulación de sus resultados. Bien dicen por ahí, que el que paga la encuesta la gana.
Los tiempos electorales son verdaderas temporadas de cosecha para las encuestadoras; grandes, pequeñas, reconocidas o patitos. En los medios masivos de comunicación y las redes sociales aparecen resultados que marcan grandes diferencias de preferencias entre un aspirante y otro; la intención, es enviar el mensaje de que su cliente es inalcanzable, que todo mundo los conoce y hasta lo adoran, que seguro será quien ganará la contienda, aunque sea una gran mentira. En otros casos más ridículos, publican que el que estaba en primer lugar en la encuesta de la semana pasada, hoy aparece en quinto lugar y el que estaba en quinto ahora es el primero, una verdadera cuchufleta.
Los partidos políticos utilizan a las encuestas como mecanismos para justificar el dedazo y el palomeo de sus candidatos, nunca nadie conoce sus resultados y menos las metodologías, tiempos y lugares en que fueron realizadas, generándoles crisis internas de credibilidad y confianza hacia sus dirigencias.
Sin embargo, para armar una buena estrategia de campaña con posibilidades reales de triunfo, siempre es recomendable realizar una encuesta inteligentemente elaborada que nos muestren la cruda realidad. De nada sirve contratar encuestadoras embusteras, que sólo elevan el ego de los contendientes que sus trabajos terminan siendo un autoengaño con rumbo a la derrota.
Desafortunadamente, las encuestas han pasado de ser un verdadero instrumento de investigación social y de opinión democrática, a una herramienta de campaña y más burdamente, a un nefasto método de selección, de propaganda y manipulación electoral. (iM-rrc).