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En vías de establecer su nueva vida en Los Ángeles junto a Meghan Markle y su hijo Archie Harrison, se hizo público que hace meses el príncipe Harry tomó medidas que lo desligaran de la familia real. En septiembre pasado (cuatro meses antes de que anunciara su decisión de dejar de ser miembro senior de la familia) se quitó el apellido en los documentos de registro de su empresa de turismo sustentable Travalyst.
En los documentos presentados, Harry aparece como único administrador de la marca bajo la firma: príncipe Henry Charles Albert David; en la rúbrica no aparece el apellido Windsor y tampoco su tratamiento como Alteza Real, que aún le correspondía cuando firmó esa documentación y cuando, aparentemente, todavía no daba a conocer a la familia real su deseo de separarse de ella.
Al parecer, Meghan y Harry planearon muy bien su salida de la Casa Real y, para no enfrentarse a ningún problema legal en el futuro, decidieron no usar la palabra real ni sus títulos SAR en ninguno de los compromisos comerciales que planeaban.
Aunque se tratara de simple practicidad por el gran número de nombres que tiene el príncipe Harry, en la presentación de Travalyst en la cumbre sobre turismo sustentable en Edimburgo a la que asistió a finales de febrero pidió que simplemente lo llamaran Harry.
Pero esta no fue la única señal que dio el príncipe respecto a su salida de la casa real. En su famosa reunión con la primatóloga Jane Goodal, ella hizo una pequeña reverencia a Archie Harrison: “Supongo que el niño tendrá que aprender de esto’, dijo y Harry respondio “No, él no va a crecer así”.
Así que para octubre del año pasado -cuando los duques de Sussex causaron gran polémica al revelar en el documental Harry Meghan: An African Journey cómo era verdaderamente la relación de Harry y William y el constante acoso por parte de los medios que vivía Meghan- la pareja ya llevaba meses tratando de construir su futuro por separado de la familia real.